El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

lunes, 16 de abril de 2012

Nº 2


Un jamelgo flaco y descolorido caminaba con melancolía hacía el matadero, su dueño el señor Apolinar un agricultor de cereal y remolacha lo llevaba para sacrificarlo. Había intentado venderlo pero nadie quería al enclenque de Rufino.

De pequeño era un potrillo muy bonito, su color azabache enamoraba a todo aquel que se cruzaba con el, su brillo y su destreza indicaban que sería un buen caballo. En varias ocasiones quisieron comprárselo, pero Apolinar no quiso, era el potrillo de su yegua preferida, Medianoche.

Una noche mientras Rufino y Medianoche comían heno en la cuadra escucharon un aullido, ella, atenta miraba para la puerta, presentía que algo malo iba a pasar. Cuando se asomó un lobo por la ventana, comenzaron a relinchar pero no hubo nadie que escuchara sus llamadas de auxilio.

El lobo entró por un agujero de la puerta, furioso, imponiéndose ante los caballos les enseñaba los dientes, Medianoche defendiendo su territorio y a su retoño se abalanzaba hacia el relinchando todo cuanto podía. Con sus patas delanteras aporreó la puerta, y la abrió, mientras que luchaba con el lobo Rufino escapó. A la mañana siguiente Apolinar encontró a la yegua muerta en la cuadra cubierta de dentelladas.

Tras enterrarla en un terreno abandonado donde no le faltarían flores en primavera, fue a buscar a Rufino, lo encontró a unos metros de la cuadra, escondido entre el cereal, tirado en el suelo, triste y temeroso, presentía que había perdido lo más valioso, y desde entonces no volvió a ser el mismo, no quería salir de la cuadra y apenas comía.

En aquel momento mientras Apolinar batallaba con Rufino para que caminase apareció un hombre muy bien vestido, con levita y bombín. Apolinar pensó que se burlaba cuando le ofreció dinero, quería comprar al jamelgo aunque estuviera esquelético, algo fantástico debía de haber visto en él.

Apolinar caminaba de camino a su casa, sin ni tan siquiera negociar había vendido al caballo, justo cuando había perdido toda la esperanza, no le dio más motivos al repentino interés de aquel señor que el de hacer una buena obra de caridad, y salvarlo del matadero.

Pasaron varios años hasta que Apolinar volvió a tener noticias del caballo. Para entonces había cambiado su nombre y su aspecto. Lo había dejado todo atrás con su anterior vida. Ahora su nombre oficial era Runo el campeador, otros lo llamaban nº 2.

En las gradas aclamaban su nombre, varios centenares de espectadores habían apostado a que el sería el ganador de la carrera. Su brillo y su color azabache relucía entre el resto de los caballos. El jinete lo llevaba hasta el establo cuando Apolinar lo reconoció, el caballo lo había mirado y moviendo la cabeza de arriba abajo lo saludó.

“No puedo creerlo, es imposible” pensó, pero el parecido con su madre era muy semejante. Apolinar tuvo que ir hasta el establo para averiguar personalmente si aquel estiloso y radiante campeón era el mismo que el había vendido al señor del bombín.

Entre los jinetes y los caballos se podía distinguir el sombrero de su propietario, le quitaba con esmero el trenzado de las crines, los lazos adornaban un maravilloso pelo negro y rizado, luego le daba palmaditas en el lomo mientas se lo llevaban cuando apareció Apolinar para intentar averiguar cómo había logrado tan inesperado cambio.

Se sentaron en unas banquetas de madera, en el mismo establo, entre jinetes y caballos le contó como lo había conseguido. Al parecer tenía su propia teoría, se había criado entre caballos y entendía de ellos, y supo nada más ver a Rufino que sería un buen caballo de carreras, que sería una lástima sacrificarlo, que solo necesitaba compañía y motivación.

Nada mas comprarlo lo llevó hasta el establo de su casa, donde poseía otros maravillosos ejemplares, todos ellos de noble raza y de señorío. Rufino parecía aún más feo al lado de aquellos adonis de cuatro patas, pero su adquiridor sabía bien lo que quería. Llamó al veterinario y tras el reconocimiento lo encerró con una yegua mas mayor, ella sería su madre adoptiva, al parecer aquella yegua había sido la protectora de todos los demás, había cuidado de todos y cada uno de ellos desde que eran nada más que unos potrillos.

Así fue como entre los mimos de los de su misma especie y un trato ejemplar dio a Rufino una nueva vida, escapando de donde su anterior descolorido brillo no tenía valor ninguno más que para ir al matadero y convertirse tras un trabajo laborioso en el nº 2, Rufo el Campeador, caballo bello y valiente a quien todos admiran por su tesón.

1 comentario:

  1. Ya hace un año que me aventuré a crear este blog, desde entonces han sido diversos los cuentos publicados, relatos y más tarde poesía. Unos han tendido mas visitas que otros pero sin embargo todos han sido leídos. Y quería daros las gracias a todos los que pasáis por aquí y esperáis atentos que llegue una nueva publicación. “GRACIAS”.

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