Mirándose
en el espejo contemplaba su ruda cabellera negra, estaba vacía y necesitaba algo
para adornarla. Un maniquí de palo lucía su vestido, un maravilloso vestido
anaranjado con remates verdes aguamarina, su brillo era tan espectacular que
sus destellos la incitaban a probárselo una y otra vez.
Pronto
llegaría el enlace de su hija, ese gran día esperado por su madre, su dulce
Sabrina, la única princesa del palacio del Rey Calixto moscón que se casaría
con Blas, el príncipe de Marina incesto, en el reino de las moscas verdes. La
reina cubriría su rechoncho cuerpo con su sorprendente vestido. Pero últimamente,
no dormía bien, quedaba solo una semana para la boda de su hija y seguía sin
saber que ponerse en el pelo, se había probado todos los sombreros que poseía
pero ninguno le gustaba, más de sesenta llegó a contar su criada cuando los
guardó cada uno en su lugar, después de llevar tres días probándoselos. Blancos
de ala ancha con plumas azuladas, negros de terciopelo con copa alta y
abalorios complejos, tocados estrafalarios y turbantes de diversos matices a
juego, pero ninguno era para ella lo suficientemente bueno.
“Que llamen al sastre” dijo
la reina a su criada, “Que se persone de inmediato, necesito que me haga un
tocado nuevo” Y la criada voló hasta la pequeña casita del sastre Basilio,
éste abrió la puerta en pijama pues llevaba días durmiendo más concretamente
diez días.“No toquen a la puerta y déjenme dormir, solo, si es para la reina
hagan de insistir” este mensaje colgaba de la puerta de Basilio, el sastre
personal de la Reina. Para él era todo un placer ser el sastre real de las
moscas verdes. Le había creado un elegante traje al Rey Calixto y el vestido de
novia para la princesa. Una vez terminado su encargo decidió echarse a dormir
para reponer fuerzas, pero no pensaba que la reina estaba insatisfecha.
“Majestad, ¿En qué puedo servirla?” dijo Basilio a la reina. “Necesito un tocado nuevo, un sombrero
o un turbante, algo que estilice mi figura y me haga lucir como lo que soy, un
reina, ¿Has traído tu costurero?” dijo la reina a Basilio mientras se
dirigía hacia el maniquí que lucía su vestido. Lo destapó y se lo probó una vez
más. “Si majestad, aquí lo tengo” contestó. “Que lleven todas las telas nuevas y la
caja que hay en la buhardilla a la habitación de huéspedes del ala izquierda”
Ordenó la Reina Elisa.
“Te alojarás en palacio hasta que termines tu trabajo.” Ordenó la Reina a Basilio y este asentando con la cabeza dijo “Encantado
de servirla una vez más, majestad” Luego la criada lo acompañó hasta su
cuarto, después de haber contemplado durante largo rato a la reina como paseaba
con su última creación.
Sentado
ante un papel en blanco y con su carboncillo esperaba que alguna musa se
mostrase ante su mente tan blanca en aquel momento como el papel. Dibujó algún
boceto, y más tarde llamó a la criada para que comprobase si en el armario de la
reina había alguno igual. Su intuición había acertado, tenía todos los que
había dibujado. La reina quería algo novedoso y no sabía cómo iba a cumplir sus
deseos. Tenía un gran abanico de colores con todas las telas nuevas, y en la
caja, la reina había recolectado toda clase de flores, plumas, cintas y
abalorios. Cogió varios trozos de tela y los pegó cada uno en una hoja de un
cuaderno, después vació la caja en el suelo y cogió lo que le pareció más
interesante.
“¿Dónde se ha metido el sastre? He ido a su cuarto y no está
trabajando. Que lo busquen y cuando lo encuentren que se persone de inmediato” dijo la reina a un criado. Llegada la hora de comer se presentó
buscando su plato, pero la reina había ordenado que no le sirvieran de comer
antes de que ella hablara con él. “¿Dónde te habías metido? Holgazaneando por ahí no tendré mi sombrero
listo para la boda” Dijo la reina en tono gruñón. “Majestad, tras el
almuerzo comenzaré a crear los sombreros que he ideado mientras paseaba por los
jardines del reino, si me permite desearía comer primero.” Dijo Beltrán a
la reina. “Pues que no se hable más, a comer y luego a trabajar” contestó
la reina más calmada tras la explicación que Beltrán le había dado, parecía entusiasmado
y debía traer buenos diseños en la libreta que apretaba a su cuerpo como si de
un tesoro te tratara.
La
reina esperó hasta el día siguiente para ver los resultados obtenidos.
Expectante esperaba en su cuarto a que la hicieran llamar para probarse su
nuevo tocado. “Majestad, el sastre quiere saber si está lista para probarse
sus nuevas creaciones” dijo la criada a la reina mientras ésta terminaba de
tomarse el desayuno en la cama. “Que llamen a la peluquera, y que esté lista
en media hora. Avisa al sastre para que dentro de una hora me espere en el
salón. Bajaré cuando esté peinada acorde a ese día tan esperado.” Dijo la
reina tras tomar un grano de café.
Daban
las diez en punto en el reloj que colgaba de la pared y Beltrán admiraba una y
otra vez los nuevos sombreros realizados. La reina pronto hizo acto de
presencia con su flamante peinado, mecía su cuerpo de júbilo. Se acercó al
sastre y se probo el primer tocado. “Me queda pequeño y este color no me
favorece, además esta flor no me gusta” dijo la reina quitándose el tocado.
Beltrán cogió el segundo y se lo puso personalmente, no había manera de hacer
cambiar de opinión a la reina, pero el único problema que tenía el primer
tocado era que no se lo había puesto bien. “ Con éste sombrero no luzco mi
maravilloso peinado, además me tapa mucho la cara” Dijo la reina mientras
miraba al sastre con cara de enfado. “Majestad, no se preocupe que el
siguiente es el mejor” Dijo el sastre esperanzado en acertar con el ultimo.
“Elegante, original y fabuloso” así catalogó el ultimo tocado. Una
simple cinta verde agua mariana con una margarita naranja de abalorios. “Toma
tu dinero, ya puedes irte donde te plazca.” Dijo la reina mientras extendía
hacia la mano de Beltrán un saquito de monedas.
El
día anterior a la boda, la reina decidió probarse su tocado, pero lo busco por
todas partes y no apareció. “Que llamen al sastre” dijo la reina. Pasado
el rato un criado se presentó con noticias de Beltrán. “Majestad, el sastre
a dejado esta nota en su puerta” dijo el criado. “Podéis insistir pero
no me encontrareis, pues me he cansado de servirla, majestad. Tomaré un
descanso merecido y luego buscaré un buen destino donde crear diseños a
cualquier agradecido.” Decía la nota de Beltrán. “Irse sin que haya
pasado la boda, valla desagradecido. Que llamen a los soldados y que busquen al
sastre, que lo traigan ante mí.” Dijo la reina a su criado.
Llegada
la tarde se presentó un soldado que traía a Beltrán esposado, lo habían cogido
justo cuando llegaba al reino de los mosquitos de pata larga. Pretendía tener
allí su nuevo hogar, donde pensar en nuevos diseños, y mientras estos venían
pretendía vestir a los mosquitos de aquel lugar con diseños muy parecidos a los
que había creado en el reino de las moscas verdes. “Soltadme y quitadme
estas esposas que no soy un delincuente” dijo Beltrán al soldado. “Insolente,
como te has atrevido a irte de mi reino sin haberse pasado la boda, y ¿Dónde
has metido mi tocado? Mañana es la boda y no voy a tener que ponerme en la
cabeza. Ahora mismo me lo estas devolviendo.” Dijo la reina a Beltrán.“Majestad,
yo no he cogido su tocado, cuando yo me fui usted lo tenía puesto. Si quiere le
puedo hacer otro igual.” Dijo el sastre a la reina intentando arreglar
aquella situación y sin saber que había pasado con el otro tocado. “Majestad,
la princesa a mandado retirar todas las telas y la caja de los abalorios para
poner sus regalos de boda, y como ya no quería las telas las hemos repartido
entre las casas más pobres del reino.” Dijo la criada a la reina.
“¿Cómo vamos a arreglar esto? Yo necesito estar espectacular, ve y
búscame uno que sea increíble, que
resalte delante de los presente mi belleza natural.” Dijo la reina a Beltrán. “Majestad por el camino me encontré a
una anciana que decía que en sus tiempos de juventud hilaba en un reino y que
en sus ratos libres que no eran muchos diseñaba complementos de hilo. ¿Quiere
que la busque? Ella le puede hacer un tacado de hilo. Así será diferente.” Dijo
Beltrán. “Ve inmediatamente y no vuelvas sin ella” Dijo la reina a
Beltrán ya más contenta.
“Majestad esta es Paulina la hilandera, a aceptado encantada a
venir de inmediato para servirla.” Dijo
Beltrán a la reina presentándole a la anciana. “Bien, que comience de
inmediato a diseñar mi tocado de hilo.” Dijo la reina a la hilandera.
Pasado el rato la reina se probó su nuevo tocado, éste era aún más bonito que
el anterior, rodeaba su cabellera negra con unos hilos blancos como si fueran
guirnaldas. Por fin estaba contenta tenía el vestido y el tocado más bonito que
había tenido jamás, así que ordenó que le dijeran al sastre y a la hilandera
que se podían marchar.
Por
fin había llegado el gran día y era la hora de levantarse, pero la reina no
podía , su marido permanecía dormido al lado de ella, unas guirnaldas tan
bonitas como su tocado recorrían todo su cuarto y la hacía permanecer inmóvil
en la cama. A gritos llamaba a sus criados pero ninguno de estos apareció, todos
permanecían inmóviles en su puesto de trabajo. De pronto se abrió la puerta e
hizo acto de presencia la hilandera. “Ayúdame, que no me puedo mover.” Dijo la reina. “Majestad, le comunico que
no va haber boda, y que usted va a ser mi desayuno, luego me pondré su vestido
y me quedaré en su reino hasta que me haya comido a todos los que en el
habitan.” Dijo la hilandera quitándose su disfraz de vieja y descubriendo
así las ocho patas que escondía detrás de sus ropajes. “No puede ser, esto
no me está pasando a mí. ¿Qué has hecho con mi sastre? Espero que te lo hayas
comido, porque ya le vale al muy idiota dejarse engañar por una araña.” Dijo
la reina a la araña sin un ápice de cobardía. “Pretendía que él fuera mi
cena cuando apareció uno de sus soldados y se lo llevo. Pero cuando volvió a
buscarme me pareció una maravillosa idea, tanto que lo he dejado escapar.”
Dijo la araña a la reina mosca mientras se acercaba a ella para comérsela. “¿Sus
últimas palabras majestad?” Dijo la araña. “Este sastre es un desastre y
mi marido un dormilón, que no se ha percatado que vas a destruir nuestro reino
por un mosquito bobalicón” Dijo así la reina sus últimas palabras antes de
ser engullida por la araña.
Estimados/as Lectores/as os comunico que esta va a ser la última publicación en mi blog. En breve comenzaré a escribir una novela, al menos voy a intentarlo, ya que lo más extenso que he escrito a sido con Marcos y el pincel de oro de un total de veinticinco páginas. Espero que hayáis disfrutado de mi trabajo mientras duró, muchísimas gracias por haber estado ahí. Saludos. Teresa.
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