El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

SIEMPRE PERFECTA




Gloria jugaba en la playa con un niño pequeñito cuando encontró un anillo, le sopló con fuerza pero la arena incrustada no se desprendió del todo, se acercó a la orilla y sentada lo frotó entre sus manos hasta que lo dejó reluciente, entonces sí podía contemplar lo bonito que era, con su oro brillante y con aquel corazón de frase tallada en relieve, que decía “Princesa para siempre”.
Cuando llegó a casa se fue directa a su cuarto, abrió el baulito de los tesoros y lo escondió en un rinconcito, era su secreto, si se lo contaba a su madre le reñiría, porque siempre le decía que no cogiese nada del suelo, pero ella que una vez la vio agacharse a por una moneda, se dijo que nunca cogería porquerías, pero si algo valioso o reluciente.
Pasados tres días, la luna brillaba en su cielo estrellado, y con ella el anillo, por las ranuras dejaba pasar unos maravillosos rayos despertando a Gloria en mitad de la noche, se frotó los ojos, creyó soñar, se levantó a oscuras para no despertar a sus padres, y descalza se acercó, al abrir el baúl todo el cuarto se llenó de una luz dorada como si allí dentro hubiese entrado el sol, cogió el anillo, se lo puso, y mientras se abrían sus dos mitades sonaba una alegre canción, se levantó un remolino mágico y apareció una pequeñísima princesa, que ablando en verso decía ser una especie de hada madrina, que le permitía cumplir un solo deseo, la niña que soñaba con el momento de hacerse mayor y vagabundear sin el control de un adulto por la calle, pidió tener la mayoría de edad, la princesita con un estornudo desapareció, tras una ruidosa exclamación de inconformidad de la niña su madre abrió la puerta, y la pilló insultando a un trozo esférico de metal en mitad de las sombras, extrañada, la acompañó hasta la cama, y tras arroparla tiró por la ventana aquel inútil objeto, contemplando la posibilidad, que de haber enfermado, ya no le serviría como hija perfecta, y que como izo con las anteriores, tendría que deshacerse de ella.

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